domingo, 22 de maio de 2016

Una final estelar

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Por culpa de alguien ajeno al mundo del fútbol, la final de esta noche ha despertado una expectación que va mucho más allá de lo que ocurra en el terreno de juego. Al Barça, de todos modos, solo debe preocuparle el Sevilla

Una final estelar
Luis Enrique puede seguir haciendo historia Javier Ferrándiz
TONI FRIEROS
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El fútbol, históricamente, ha sido, y sigue siendo, refugio de sentimientos y sensibilidades. También de pasiones. Muchas veces nos identificamos más con un club, un escudo y unos colores que con un partido político o, incluso, una opción religiosa. Por eso, por los millones de fieles que arrastra, el fútbol fue utilizado por regímenes dictatoriales para anestesiar al pueblo. De la misma forma que minorías oprimidas y sin libertades aprovecharon el balón como defensa de su cultura, su lengua y sus costumbres. No es baladí ni gratuito que muchos clubs, como el FC Barcelona, hayan sido la bandera de mucha reivindicaciones.
Cuando creíamos que ya habíamos conquistado las libertades tantos años secuestradas, cuando pensábamos que aquellos tiempos de prohibiciones habían desaparecido, la previa de la final de la Copa el Rey que esta noche disputarán Barça y Sevilla se ha convertido en un duelo que, desgracidamente, también se ha disputado en los juzgados. Al desatino de una iluminada con sed de protagonismo la ha derrotado la democracia y la libertad de expresión. Y por si quedaba alguna duda, con la rúbrica de un juez. Un país, un himno, una bandera, no se imponen. Se eligen y se siente. Y cada uno a su manera, sin yugos... Con esteladas o sin ellas, con banderas constitucionales o sin ellas, sintiendo un himno o sin sentirlo, esta noche se disputa una final de fútbol. Hay un título en juego y eso significa poder entrar en los anales de la historia.

Difícil camino. Llegar esta noche al el Vicente Calderón no ha sido nada fácil para ninguno de los finalistas. Especialmente para el FC Barcelona, que tuvo que dirimir una durísimas eliminatoria contra el RCD Espanyol primero y ante el Atlético de Madrid después, antes de vapulear al Valencia. El mérito del Barça subyace en la enorme dificultad de repetir final por tercer año consecutivo. Mantener ese espíritu competitivo intacto, inalterable, es muy loable. Demuestra que el hambre del Barça de Luis Enrique perdura, que sus pupilos no se cansan nunca de ganar. Al título de Liga se le puede sumar esta noche el de Copa del Rey. Sería, por tanto, la reedición del doblete de la pasada temporada. Casi nada...
Sí, porque en los 117 años de historia del FC Barcelona, en tan solo seis ocasiones se ha producido este doble triunfo. Luis Enrique fue el último el año pasado, siguiendo los pasos del Barça de Kubala y Ferdinand Daucik dos años consecutivos. Después, Helenio Herrera, Louis van Gaal y Pep Guardiola. Cuando algo así solamente se ha conseguido seis veces en más de cien años de existencia deportiva es que estamos ante una empresa de una enorme complejidad y dificultad. Y el reto de esta noche volverá a ser de armas tomar porque el Barça del tridente, el Barça campeón de Liga, el Barça insaciable, tendrá delante a un Sevilla eufórico, valiente, seguro de sí mismo y, seguramente, el equipo más competivivo de España después del Atlético de Madrid.
Un Sevilla que sabe jugar finales, como lo demostró en la última Supercopa de Europa disputada en Tblisi (Georgia), donde después de ir perdiendo por 4-1 fue capaz de igualar la contienda, superada gracias a un postrero gol de Pedro, el quinto. El Barça vuelve a tener ante sus ojos esa dulce ocasión de continuar escribiendo las mejores página de su historia. Una década de victorias marcadas a fuego en la piel de la mayoría de sus jugadores, como Messi, Iniesta, Busquets, Alves, Piqué... Las banderas y los himnos, para el público. En el campo, que hable la democracia del fútbol. Del balón...

El rey de la élite contra el monarca de la clase media

El Vicente Calderón será el escenario de una batalla entre modelos futbolísticos muy diferenciados: los de Luis Enrique te hipnotizan antes de ganarte mientras el conjunto de Unai Emery dispara y, luego, pregunta

El rey de la élite contra el monarca de la clase media
El Barcelona felicitó al Sevilla por su victoria EFE
EMILIO PÉREZ DE ROZAS
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José María del Nido lleva más de dos años en la cárcel y aún le quedan cinco más. Del Nido no sabe si podrá ver la final de Copa, probablemente no, no sé, pero, según contaron recientemente varios reclusos que salieron para participar en la procesión de El Rocío, el expresidente del Sevilla se pasa el día hablando de su club, o exclub, y de la cantidad de títulos que ganó con él. “Don José María –explicaron los presos en ‘El Chiringuito de Jugones’—tiene un corazón que no le cabe en el pecho”. Prueba de que su chequera sigue funcionando entre rejas, pues, aún siendo un delincuente, tiene corazón. O eso dicen los que fuman de su tabaco y compran en el economato de la cárcel con sus propinas. Todo será, digo, para que no le ocurra nada, para estar protegido.
De presidentes en prisión también sabemos un poco, o un mucho, por aquí. Josep Lluis Núñez es un buen, perdón, un mal ejemplo. Y, curiosamente, ninguno de los dos ha sidoprivado de su libertad por negocios sucios en el palco. O igual sí, vayan ustedes a saber.Lo curioso es que hoy se enfrentan, por vez primera en una final de Copa, dos equipos que han demostrado su dominio en el Viejo Continente, dos equipos que han sido paridos de forma muy diversa y, sobre todo, dos conceptos de club y representación totalmente diversos, que no significa, ¡ni mucho menos!, enfrentados. Hay quien ha escrito (desde Madrid, claro) que el Sevilla representa lo más español (y, afortunadamente, ese periodista no habló de banderas) y el Barça, claro, lo más catalán. Posiblemente, ese texto se refería, no sé, no me quedó muy claro, al calor, pasión, intensidad, que cada uno de los equipos, no tanto los clubs, que cada una de sus aficiones, no tanto sus futbolistas, imprimen al fútbol. También, cómo no, existen diferencias, y grandes, entre la manera de construir esos sueños, vivirlos y asimilarlos, pues no tiene nada que ver el nacimiento del mejor Barça de la historia, el de la excelencia suprema, con el archicampeón europeo forjado desde Sevilla.
El Barça vive de la idea, de La Masia, de un concepto futbolístico donde se mezcla lo mejor del mundo con lo mejor de la cantera. Y el Sevilla vive del ‘estilo Monchi’, que consiste en fichar barato y vender caro (Alves, Adriano, Rakitic, Aleix Vidal…) y, sobre todo, fichar mucho sin que la gente se entere. Cuentan que Monchi (perdón, el Sevilla) tiene en nómina, en estos momentos, más de 40 futbolistas distribuidos por España y Europa. Es una manera de probar, probar y probar, hasta que das con la tecla. Eso sí, a precio de economato de la cárcel.
No es lo mismo presentarte en la final del Calderón siendo el Barça, que siendo el Sevilla. No es lo mismo saber que ya te dan por ganador que pensar que vas en busca de otra gesta. No es lo mismo vivir con el estigma perpetuo de que o juegas bien, de maravilla, o agradas y luces, o, aún venciendo, ‘campeonando’, te van a llover los palos. Por el contrario, el Sevilla puede hacer, jugar y ganar como quiera (y, perdón, sí, sí, suele jugar de fábula) porque nadie le echará en cara que se ha subido a la tarima del confeti, del ‘we are the champions’, sin merecerlo.
El Barça es el rey de la élite de las últimas décadas. Desde que Johan Cruyff se sentó en su banquillo hasta hoy, nadie ha ganado tanto, ni tan seguido, ni tan diverso, ni tan bien, tan lindo como el Barça. Y el Sevilla es el monarca de la clase media. Solo vale reinar y, en ese sentido, los dos mantienen, con sus particulares estilos, una manera de jugar y ganar que les ha convertido en dos de los diez equipos más admirados del mundo. Por cierto, el Barça sigue siendo el propietario de la manera más bonita y mortal de matar y el Sevillacontinúa siendo el equipo que puede ganar a cualquiera. Y no porque se intuya por su solidez, perseverancia y maneras, sino porque lleva años demostrándolo en España y fuera. El Barça intenta hipnotizarte con su fútbol; el Sevilla, primero dispara y, después, pregunta.

Este duelo de banderas españolas y senyeras o esteladas; esa forma tan distinta de recibir al Rey y al himno; esa manera diversa, tan distinta, de celebrar el título (para el Barça, uno más, otro doblete; para el Sevilla, la hecatombe y un doblete prodigioso); ese fino estilismo contra el ‘dispara y olvida’; ese juego de pases perpetuos, continuados, seguidos, diversos, frente al arrebato, a la velocidad, al ‘aquí te pillo y aquí te mato’; ese querer perpetuarse en la cima de la gloria con ese buscar destacar para alcanzar la cúspide; ese ‘otra final más’ contra ‘la final de mi vida’, es lo que se vivirá hoy en el Calderón. Pero, ¡ojito!, amigos porque todos se juegan mucho. No es esta, no, una final de una colección de estrellas contra un equipo. Ni siquiera un partido de alguien que se deja llevar por sus jugadores, como podría pensar más de uno de Luis Enrique, contra alguien, como Unai Emery, que atormenta a los suyos con gráficas, vídeos, estadísticas, jugadas ensayadas y charlas.
Sí es una final que se puede ganar de muchas maneras. Pero es una final que se juega para ganarla porque son dos de los mejores equipos del mundo, son dos conjuntos que ya han ganado, que han ‘campeonado’ y, por tanto, con millonarios o asalariados, perder será un fracaso. Con la ventaja que ambos saben que volverán al lugar del crimen. Porque ya son campeones. Y lo saben.

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