domingo, 19 de junho de 2016

SANTOS FC, LA CANTERA DEL FÚTBOL BRASILEÑO

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Pelé y Neymar. Con estos dos nombres basta y sobra para demostrar que Santos, ciudad del sureste de Brasil, es el sueño de miles de niños que llegan hasta el club más goleador de la historia.

revistadonjuan.com

Pelé & Neymar.Con estos dos nombres basta y sobra  para demostrar  que Santos,ciudad del
surest de Brasil, es el sueño de miles de niños  que ilegan hasta el club más goleador de la historia.

“Didi, el peluquero de Pelé y de usted también", dice el letrero de un modesto salón de una sola silla en frente de la Vila Belmiro, conocido también como el Estádio Urbano Caldeira. Allí me encuentro con Didi, el peluquero de Pelé desde su llegada a la Vila Belmiro, a los 16 años, hasta el presente. Sus únicas salidas son para atender a Pelé en sus diferentes casas u oficinas en Santos, Guarujá o São Paulo. Didi es de Minas Gerais, como Pelé, pero no por ser paisano se volvió su cliente. “Cuando empezó a jugar en el Santos, él vino acá y me dijo que quería cortarse un topete, como el de su papá. Me preguntó si yo era capaz de hacerlo bien. ‘Siéntate acá y lo intentamos. Si queda bien, te vuelves mi cliente y amigo. Si no, solo mi amigo’. Terminé de cortarlo y dijo que me había ganado al cliente”, recuerda.
Santos es una de las ciudades brasileñas más antiguas, ubicada al sureste del país en una región que empezó a ser poblada en 1502, dos años después de la llegada de los colonizadores portugueses. El explorador portugués Brás Cubas instaló allí, algunos años más tarde, una Santa Casa para el cuidado de enfermos que llegaban de Portugal en navío, y luego el café sembrado en el interior del estado se volvió el eje principal de la economía nacional. Gracias a la vía de hierro que la conectaba al interior cafetero, este antiguo depósito de enfermos alcanzó un nivel de pujanza, progreso y creatividad poco vistos en Latinoamérica. Con la abolición de la esclavitud, olas de inmigrantes llegaban por estímulo del gobierno nacional, empeñado en sustituir la mano de obra negra, y Santos se volvió la puerta de entrada al país sobre todo para italianos y japoneses. Pero el ciclo del café alcanzó su fin, la quiebra mundial de 1929 a todos nos aplastó y el destino dejó de ser prometedor. Ser santista ya no era algo tan envidiable. A menos que quisieras ser futbolista.
Fútbol y pelo adquieren un nuevo significado en Santos. Así, Pelé dejó Minas Gerais y se hizo leyenda en Santos, al punto de que el astro del cine de Hollywood Robert Redford, en Nueva York, casi arrodillado en pleno ascensor de un alto edificio de negocios, le pidió un autógrafo para su hija. Puede que sea mentira –lo de la niña, seguro, el autógrafo era para él–, pero da buenas pistas y explica por qué miles de niños de todo Brasil viajan a Santos a convertirse en la próxima leyenda. Y a cortarse el pelo.
En el centro de entrenamiento CT Rey Pelé se ejercitan los jugadores de la base del Santos bajo un sol inclemente. Suelen llegar con menos de trece años. Crecen ahí, se vuelven grandes atletas, pero muy a menudo viven lejos de sus familias y, aunque su compromiso sea graduarse de la escuela, no respiran mucho más que fútbol. De hecho, sus placeres más allá de la pelota parecen ser comprarse sus carros apenas cumplen 18 años, a juzgar por las lustrosas máquinas negras y de vidrios polarizados. Cada uno de los muchachos, al pasar, me saluda con un respetuoso y amable “buenas tardes”. En carro o no, lo único que parece subirles a la cabeza es la manía de cortarse el pelo con claro objetivo estilístico, más que funcional. El peinado preferido es el mohicano, menos o más pronunciado, al estilo de Neymar, el jugador de solo 22 años que promete darle la copa a Brasil en casa en 2014.
Alison Lopes, de 21 años, se volvió volante profesional del Santos una década después de llegar al club proveniente de Monguaguá, ubicada a 37 kilómetros de Santos. Me cuenta que se corta el pelo una o dos veces a la semana, siempre bajito de los lados y más alto en el centro. ¿Por qué tan seguido? “Porque si no me siento raro, así me reconozco yo”, contesta restregando la mano en la cabeza al responder, y alcanzo a escuchar el ruido de su pelo grueso y rizado en contacto con la piel.
Pepinho Macia es el entrenador del equipo sub-20 santista, dos veces campeón de la Copa Brasil y una de la Copa São Paulo en 2013 y 2014, al frente de sus Meninos da Vila. Varios de los que entrenan mientras hablamos se ganan más que Pepinho, ahora que el salario mínimo mensual de las principales categorías del Santos es de treinta mil reales –casi catorce mil dólares–. No es un secreto, y cualquiera lo sabe. “Creer que la vida es glamour es complicado. Eso va a depender de la base familiar de cada uno, porque cuando tienen buena índole, eso ayuda. Tuvimos casos complicados aquí de jugadores que voltean la cara a los amigos, pero no es común. Hay psicólogos y asistentes sociales que los orientan. Les recuerdo siempre que las condiciones acá en Santos son muy superiores a las de muchos equipos del país. He trabajado en lugares donde me ha tocado quitarme las medias para entregárselas a un jugador”. Sin embargo, las cosas no siempre fueron así. Pelé, con el sueldo que tenía en el Santos FC en el pasado, ganaría hoy lo equivalente a poco más que dos mil dólares al mes.
El Santos FC mantiene una red de escuelas de talentos bajo un sistema de franchising, llamada “Meninos da Vila” y con filiales en todo el país. Su nombre nace con los primeros “meninos” de la casa, en los cincuenta, y desde entonces es el término que designa los talentos santistas de corta edad. Además, se trata del equipo con más goles de la historia, 11.979 según la “Santospedia” del portal www.santosfc.com.br. De hecho, el 26 de agosto de 2005 fueron el primer club de la historia del fútbol en sobrepasar la cifra de 11.000 goles marcados. Asimismo, es el equipo con más artilleros en el mundo –Pelé, autor de 1.091 goles; Pepe, de 405; Coutinho, 370; Neymar, 96; Robinho, 94, y a seguir contando– y con el mayor número de jugadores convocados para Copas del Mundo ganadas por Brasil: quince llamados en las cinco copas.
“El hábito santista de revelar talentos es una tradición del club, pero se refuerza en los años setenta y ochenta con la necesidad de invertir en los jugadores de la base, ya que no había recursos para comprar los pases de grandes atletas”, aclara. “Pero el Santos llegó a un momento en el que jóvenes de todo el país quieren venir a jugar acá, porque saben que les damos oportunidades. De las últimas dos Copas São Paulo, once de diez jugadores están hoy en el elenco profesional. El São Paulo, por ejemplo. Dan oportunidad y eso, pero fíjate en Rogerio Ceni. ¡Es el arquero del equipo hace ochenta años!”, cuenta Pepinho.
No ser conservador le ha brindado al Santos una historia absolutamente envidiable, llena de glorias y de conquistas que pocos equipos brasileños –y poquísimos en el mundo– pueden ostentar. Elegido por la Federación Internacional de Fútbol como el mejor equipo de fútbol de las Américas en el siglo XX, el Santos es el único equipo brasileño que ha conquistado, en un mismo año, un título regional, un nacional, un continental y otro intercontinental.
En la década del sesenta era común que los resultados de los partidos superaran los diez goles, y los santistas sumaron nada menos que 22 títulos oficiales –un récord hoy en día en Brasil–. En esa misma época, en el Santos fueron inventadas jugadas nuevas en términos de técnica, como la pared y el sombrero, gracias a la picardía de genios como Coutinho y Pelé, el “Atleta del Siglo” en 1999 por el Comité Olímpico Internacional. De hecho, el partido en el que más goles hizo Pelé en su carrera fue con el Santos: 21 de noviembre de 1964, contra Botafogo. Santos 11 vs. Botafogo 0. Ocho goles fueron de Pelé.
En 1969, la guerra en el Congo Belga –actual República Democrática del Congo– enfrentaba a las fuerzas de Kinshasa y de Braz-zaville, pero la fama del Santos era tanta que en una excursión por África, la guerra entró en tregua para que ambas ciudades pudieran ver los partidos del equipo. Los oponentes olvidaron sus diferencias y mantuvieron llenos los estadios. Después de las presentaciones y de muchos homenajes, el conflicto volvió a empezar, y el Santos quedó conocido como el “equipo que detuvo la guerra”.
Un estudio nacional realizado en 2012 reveló que el “alvinegro playero”, como es conocido, es la sexta marca más valiosa del fútbol brasileño, y supera los 170 millones de dólares. Pero no por eso, sino por ser percibido como un tesoro santista y representar una pasión nacional, estando presente en tres mundiales de los cinco que ha conquistado Brasil con once jugadores, el Santos tuvo su fecha de fundación incluida en el calendario oficial de celebraciones del estado de São Paulo, con 16 eventos realizados en su homenaje al año.
Pero el Santos no solo vive del pasado. En 2002, al cumplir noventa años, el club ganó el Campeonato Brasileño Serie A por séptima vez, con el dúo de Diego y Robinho. Dos años lograron el octavo título brasileño de la historia. Pero en 2009 llegó la tercera generación de Meninos da Vila, entre los que se destacaron Neymar y Paulo Henrique Ganso, los mismos que, tres años después, en 2011, le dieron su tercera Copa Libertadores al equipo. Ese mismo año quedaron subcampeones de la Copa Mundial de Clubes de la FIFA.
Pepe y Coutinho, los más grandes artilleros del Santos junto al Rey Pelé, tienen más de setenta años. Me esperan en la Realejo Libros, un pequeño oasis santista de literatura que empezó sus actividades solo con títulos de fútbol. Ambos comenzaron a jugar en el Santos, su primer equipo profesional, muy jóvenes: el santista Pepe, a los 16 años, y Coutinho, de Piracicaba, nacido en el interior del estado de São Paulo, a los 13. Luiz Alonso Pérez, “el Lula”, con un envidiable “ojo clínico”, los descubrió a ellos, junto a muchos otros talentosos y los guió en el Santos de 1954 a 1966. Pepe y Coutinho cuentan que Lula creía tanto en ellos que dejaba sus funciones de conductor de carros funerales de Casa Rosales para entrenarlos en la Vila Belmiro. El muerto se quedaba allá parqueado, esperando. Son rápidos en aclararme que todo formaba parte de un compañerismo natural, de un placer casi físico de ver cómo uno concretaba el pensamiento del otro, de bailar de a dos, tres, cuatro, en fin. Soy capaz de escuchar la música.
“Los atletas eran más atletas. Hoy son muy individuales. No me gusta Cristiano Ronaldo. ¿Sabes por qué? Porque yo he jugado de otra manera. ¡Vibraba limpiando el área para que este tipo metiera el gol!”, grita Coutinho con voz de bocina, como quien pelea en el tránsito, señalando con el dedo a Pepe, que le responde con una sonrisa tranquilizadora. “Hoy es un tal de ‘quiero anotar el gol, ¡el otro que se joda!’. Por ahí dicen ‘Neymar, Neymar, Neymar...’. ¡No me gusta! Si él puede salir driblando desde Santos hasta São Vicente, lo va a hacer. El resto está allá de idiota”. José Luiz, el librero de Realejo, interviene en la hora exacta: “¿Y si entrenaras a Cristiano Ronaldo, Coutinho? ¿Era banco de una?”. “No, señor... ¡Charlaríamos un montón! Iba a tener que aprender: ‘Es la misma camisa, garotinho...”, finaliza Coutinho, antes que lo finalice la falta de aire.
Pepe me pregunta si sé cuál es el partido más famoso del Santos FC, un 7 x 6 en contra de Palmeiras en el estadio Pacaembu, en São Paulo, en 1958. Mi ignorancia, por suerte, tiene límites y algo, sí, he escuchado al respecto. La ocasión entró a la historia por causa de cinco infartos de hinchas que no aguantaron la emoción de tantos goles y cambios en el marcador. Hubo muertes. “El Santos no era todavía el equipo que el mundo llegaría a aplaudir, pero el Palmeiras nos tenía respeto. El partido fue inolvidable por todo lo que sucedió. Lo curioso es que después de ese día, perdimos las seis disputas siguientes”, relata.
Les pregunto si se acuerdan del amistoso entre el Santos y la selección juvenil colombiana en Bogotá en 1958, otro clásico, afortunadamente sin muertes, pero con una controvertida expulsión del árbitro colombiano Guillermo Velásquez a Pelé. Finalmente, quien resultó expulsado fue el árbitro, por iniciativa de los hinchas que exigían el regreso del Rey bajo la amenaza de echar fuego al estadio. “El árbitro expulsó a Pelé, pero debería haberme expulsado a mí”, dice Coutinho. “Fui yo quien le metí la mano”. Me sorprendo, cara a cara con el verdadero criminal, pero recuerdo que las apariencias de ambos engañaban a menudo y confirmo su confesión esculcando la prensa de la ocasión. De hecho, de ese episodio Velásquez salió famoso y además orgulloso, casi tanto como el arquero argentino Edgardo Andrada, quien por muchos años actuó en Brasil y fue víctima del milésimo gol de Pelé (dato que incluía en su tarjeta de visita). “Como casi todos eran negros, no pude identificar plenamente al que me atacó, pero tuve la impresión de que fue Pelé y por eso lo expulsé”, confesó años después. Los jugadores del Santos, después de la demanda del árbitro, pasaron la noche en una estación de policía.
* * *
El deporte británico llegó a Brasil de las manos de Charles Miller, hijo de un escocés y una brasileña, quien se enteró de la novedad en sus tiempos de estudiante en Inglaterra y, al regresar a São Paulo en 1894, trajo en la maleta dos pelotas usadas, un par de botines, algunos uniformes viejos y un libro de reglas del fútbol. Así lo introdujo en la élite paulista.
Otra versión en tierras donde jesuitas portugueses impusieron su religión y control, es que en el interior del estado de São Paulo, más precisamente en Itú, ya se perseguían pelotas desde 1886 de manera más o menos organizada. Según cuenta el investigador José Moraes dos Santos Neto en su libro Visão do Jogo - Primórdios do Futebol no Brasil, don Pedro II, emperador de Brasil en la época, pidió al diputado provincial Rui Barbosa, de Bahía, que le escribiera un parecer sobre el sistema educacional brasileño. Hecha la tarea, Barbosa reconoció que la introducción de deportes al aire libre les vendría bien a las masas, sobre todo en un país de tan amplia extensión y clima muy favorable. Don Pedro no pudo sino estar de acuerdo, y con la ayuda de los jesuitas vio no pocas ventajas en una actividad colectiva que exigía gastos de energía, empleo de estrategia y que, además, se veía bastante divertido.
Sin embargo, poco se comenta que el deportista Charles Miller, cuando volvió de Inglaterra, fue contratado para trabajar en la São Paulo Railway Company, fundada tan solo dos años antes de su regreso a casa y que ligaba la ciudad de Santos a la de Jundiaí, rasgando el estado hacia su interior. A través de ella se transportaban mercancías de distintas ciudades al importantísimo puerto de Santos, el más grande de América Latina hasta la actualidad, al que muchos atribuyen indirectamente el talento santista para el fútbol.
¿Y de dónde viene ese talento? En el discurso cursi y sincero de un hincha, encuentro por accidente la idea que buscaba desde el principio: la certeza de que el talento brasileño nace de la improvisación, más que de su arte o su técnica. Funciona en el fútbol, no siempre para el país. Y así seguimos, rumbo al mundial de junio de 2014 en Brasil, sobre el que ningún personaje –nadie– de esta historia quiso hablar. “El fútbol es el único deporte en el que el peor puede vencer al mejor. El acaso, la injusticia... Esa es la gran magia del fútbol”, contesta, optimista, José Luiz. El librero.
Por: Camila Moraes - Fotografías: Charles Naseh

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