Un destello del delantero coruñés con un gran pase de gol hacia Oriol Riera otorga el empate ante un conjunto sevillista demasiado conformista
Tras el enorme desgaste realizado en la eliminatoria ante el Athletic –una prórroga mortal para los nervios y unos lanzamientos de penaltis no aptos para cardiacos–, la misión del Sevilla en la visita del Deportivo era clara. Optimizar los recursos al máximo con el mínimo esfuerzo físico posible. La concreción: dos puñales por las bandas –Yevhen Konplyanka y José Antonio Reyes– y a surtir balones a las torres sevillistas, Fernando Llorente y Vicente Iborra, un ataque de casi cuatro metros de altura y muchísimo gol –diez goles entre los dos gigantes en la Liga 15/16–.
Contar con tal argumento futbolístico como las dos torres sevillistas en punta de ataque determina tu manera de plasmar tu fútbol. Así, hasta 22 centros al área intentó el conjunto de Unai Emery en los primeros 45 minutos –el Dépor solamente uno–, un asedio total que solamente fructificó en una ocasión. En el minuto 21, José Antonio Reyes puso un caramelo al área para que Fernando Llorente demostrara su capacidad de hombre boya y dejara con su prolongación completamente solo a Vicente Iborra, que solamente tuvo que empujar el balón a la red.
El Deportivo nunca existió. Ni antes del tanto del todocampista valenciano. Ni tampoco después. Víctor Sánchez del Amo optó por Luisinho en el flanco izquierdo en una apuesta clara de meter en problemas al Sevilla mediante la velocidad. Nada más lejos de la realidad. Un conjunto muy plano en la creación y que nunca dio sensación de peligro ante una portería de un Sergio Rico que vivió una de sus tardes más plácidas. Solamente una fugaz aparición de Luis Alberto tras una conducción en solitario que terminó en un zapatazo a las nubes soleadas de la capital andaluza se redujo las intenciones ofensivas del Dépor.
En la segunda mitad, el conjunto deportivista estiró sus líneas en una tímida búsqueda del empate. Pero sin Luis Alberto, lesionado y que dejó su lugar a Oriol Riera y único jugador con la creatividad necesaria para sorprender a la zaga sevillista, se antojaba misión imposible. Sin el gaditano, Lucas Pérez es menos Lucas Pérez y eso lo nota demasiado el Deportivo en ataque. Aún así pudo empatar mediado el ecuador del segundo tiempo, en un balón muerto que terminó en pies del delantero gallego, quien tras armar el lanzamiento con velocidad, se estrelló en un muy bien colocado Sergio Rico.
Pero si por algo se caracteriza Lucas Pérez, además de por su fantástica pierna izquierda, es por el enorme tesón que siempre infunde en todas sus acciones. No le estaban saliendo bien las cosas, ni a él ni a su equipo. Pero no se rindió. Y cuando ya los jugadores sevillistas estaban pensando en cómo celebrarían la victoria en su querida Feria de Abril, el siete deportivista se sacó un pase filtrado de esos que mezclan fantasía con realidad para dejar completamente solo a Oriol Riera y este lograr el empate con un derechazo seco y cruzado al que no pudo hacer nada Sergio Rico. Al final, empate que hizo justicia a los méritos de ambos conjuntos. El Sevilla quiso más pero sin arriesgar. Y el Deportivo sacó rédito con lo justito.
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